¿En qué momento se jodió el Perú?, se pregunta Zavalita al pasar por la avenida Tacna, con sus edificios polvorientos y descoloridos , en “Conversación en La Catedral”, de Mario Vargas Llosa, escrita hace 39 años. Es decir, 39 años atrás, el Perú ya estaba jodido, ya era una batahola y existían muchos peruanos con unas tremendas ganas de joder.
Santiago Zavala, o Zavalita, pudo haberse preguntado si es que el Perú se jodió con la invasión de 160 españoles y 60 caballos, mientras que Huáscar y Atahualpa se jalaban los turbantes. Pensaría, acaso, el supersabio de Zavalita, que las guerras- sobretodo con Chile- nos dejaron más calatos del alma. O que las ideologías con chamullo lo único que conseguían eran agarrarnos como tetelemeques de derecha o de izquierda.
Y de repente creyó que los terrucos, el Apra, los dictadores, las inmigraciones a las ciudades y la informalidad hicieron del Perú un verdadero bulín.
Así como Zavalita, hasta ahora no podemos precisar cuándo realmente el Perú se fue al carajo.
A decir verdad, el Perú estuvo fregado desde que era Virú o Pirú.
No es para más. Viendo y escuchando a un personaje como Tongo que nos condena con su “Sufre peruano, sufre”… y nosotros sufrimos porque Tongo nació acá. Y sufrimos, además, cuando dos zarigüeyas (ratas inmensas) confabulan para que la corrupción debilite y joda al Perú, donde la pus del país enfermo a la que hizo referencia Gonzáles Prada salga a chorros y por todos los lados.
Lo más triste del asunto, es que se tratan de dos ratas antiguas, del mismo partido político que contribuyó hace años a que el Perú de Zavalita se descalabre, y una de ellas, la que está escondida en alguna alcantarilla, repitió el plato del pasado porque simplemente le permitieron repetir el plato, sin ninguna trampa o Racumín que la impida.
Pobrecito el Perú que tiene que albergar a tantos peruanos que joden:a los políticos (los congresistas joden dos veces),a los lobbistas. A los periodistas amarillos, a los caudillos rojos y a las combis que se ríen de la luz verde. Majaderos nosotros, los peruanitos- con diminutivo- porque a todo le ponemos diminutivos para asolapar las cosas: “una ayudadita”, “un trabajito por ahí”, “una propinita Jefe”, “una manita” (no manito) para convertirnos ¡ya!, en unas ratitas pendencieras.
Santiago Zavala, o Zavalita, pudo haberse preguntado si es que el Perú se jodió con la invasión de 160 españoles y 60 caballos, mientras que Huáscar y Atahualpa se jalaban los turbantes. Pensaría, acaso, el supersabio de Zavalita, que las guerras- sobretodo con Chile- nos dejaron más calatos del alma. O que las ideologías con chamullo lo único que conseguían eran agarrarnos como tetelemeques de derecha o de izquierda.
Y de repente creyó que los terrucos, el Apra, los dictadores, las inmigraciones a las ciudades y la informalidad hicieron del Perú un verdadero bulín.
Así como Zavalita, hasta ahora no podemos precisar cuándo realmente el Perú se fue al carajo.
A decir verdad, el Perú estuvo fregado desde que era Virú o Pirú.
No es para más. Viendo y escuchando a un personaje como Tongo que nos condena con su “Sufre peruano, sufre”… y nosotros sufrimos porque Tongo nació acá. Y sufrimos, además, cuando dos zarigüeyas (ratas inmensas) confabulan para que la corrupción debilite y joda al Perú, donde la pus del país enfermo a la que hizo referencia Gonzáles Prada salga a chorros y por todos los lados.
Lo más triste del asunto, es que se tratan de dos ratas antiguas, del mismo partido político que contribuyó hace años a que el Perú de Zavalita se descalabre, y una de ellas, la que está escondida en alguna alcantarilla, repitió el plato del pasado porque simplemente le permitieron repetir el plato, sin ninguna trampa o Racumín que la impida.
Pobrecito el Perú que tiene que albergar a tantos peruanos que joden:a los políticos (los congresistas joden dos veces),a los lobbistas. A los periodistas amarillos, a los caudillos rojos y a las combis que se ríen de la luz verde. Majaderos nosotros, los peruanitos- con diminutivo- porque a todo le ponemos diminutivos para asolapar las cosas: “una ayudadita”, “un trabajito por ahí”, “una propinita Jefe”, “una manita” (no manito) para convertirnos ¡ya!, en unas ratitas pendencieras.