miércoles, 11 de febrero de 2009

Alucinaciones



Un alcalde distrital de Lima ha propuesto que se legalice el consumo y la venta de drogas en el país; además, que papá Estado, a través del Ministerio de Salud, empadrone y distribuya estupefacientes a los adictos. ¿No es acaso una “pastrulada” de este alcalde?

El adicto a la marihuana o a la cocaína tendría que hacer colas tan largas como en los bancos para que una farmacia, previa presentación del D.N.I (si es que no lo ha empeñado) para recibir un ramito o un paquetito con aquel “polvito mágico”… ¡Qué alucinante!

Es una barbaridad pretender que el Estado llene las narices de coca a los adictos o los atosigue de marihuana para acabar con el narcotráfico, con la delincuencia y con esta enfermedad. Porque la drogadicción, señor alcalde, es una enfermedad como el alcoholismo o la esquizofrenia.

¿Pretende acaso, distinguidísimo alcalde, empadronar a todos los fumadores -que consumen ese único producto que le advierte en el empaque y en mayúsculas al consumidor: oye, si me consumes, así sea uno o veinte, soy dañino para ti- o a los amantes de la cerveza en barriles y que hagan su colita en la puerta de su oficina para repartirles los puchos del día y un six pack de cervezas?

Para ser un “open mind”, señor alcalde, no hay que dejar de ser ni sobrio ni inteligente. Estoy de acuerdo con usted en que los tiempos de cucufatería y de conservadurismo se hicieron humo y que, hoy por hoy, el que se droga o el que fuma un fastidioso cigarrillo es tan libre como aquel que solo es adicto a los chocolates.

Sé que las leyes, como dice usted, no ayudan en mucho, o son ambiguas y hasta sonsas. Pero sé también que su postura tampoco ayuda en nada.